La isla de La Gomera acoge en su enorme riqueza leyendas varias, tradiciones y fiestas. De entre todas ellas destaca la Fiesta de la Virgen Embarcada, la celebración de la Fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona de la isla. Cada 5 años se realiza la bajada por mar de la Virgen de Guadalupe, también conocida como la Virgen Morenita de La Gomera, desde Puntallana a San Sebastián.

Cuenta la tradición que un barco español que viajaba rumbo al Nuevo Mundo pasó cerca de la Gomera, y sus tripulantes avistaron en tierra una luz brillante que salía de una cueva. Llevados por la curiosidad se acercaron hasta el lugar y encontraron una pequeña imagen de la Virgen, la cual subieron al barco. Inmediatamente después volvieron a zarpar, pero su sorpresa fue mayúscula cuando se dieron cuenta de que por mucho que lo intentaban no conseguían navegar más allá de la costa de la isla.

Achacaron su infortunio a la imagen, y decidieron devolverla al lugar donde la habían encontrado, dirigiéndose después al puerto de San Sebastián para informar de lo que les había ocurrido y la noticia se propagó rápidamente por todo el vecindario.

Atraídos por la sorpresa y curiosidad por lo que aquellos navegantes habían contado, todos acudieron hasta Puntallana a ver con sus propios ojos la imagen de la Virgen, a la cual comenzaron a venerar y le construyeron un refugio.

La Fiesta se celebra el primer lunes después del primer sábado de octubre, que este año será el día 8. Los pescadores de la isla engalanan sus embarcaciones, trasladando y escoltando la imagen de la Patrona en una procesión marítima que va desde la ermita de Puntallana hasta la playa de San Sebastián, donde los corazones de todos los gomeros la reciben con fe, acompañada por chácaras y tambores.

Resulta entrañable escuchar a los habitantes más veteranos de la isla contar cómo eran las procesiones antiguamente, cuando no existían carreteras ni teléfonos, y el único modo de comunicación era el silbo.

Habitantes de todos los pueblos de La Gomera salían en procesión a Puntallana la víspera del día de la Patrona y los caminos se llenaban del ruido de los pasos de toda aquella peregrinación que se comunicaba exclusivamente a través del silbo para quedar en un punto de encuentro común y seguir la procesión juntos.

Se reunían en Epina, que entonces era conocido como Los Bailaderos, donde mientras esperaban a que llegasen los caminantes de otras poblaciones, se celebraba el baile del tambor y todos bailaban felizmente para continuar después el camino juntos.

Quizá la comunicación entre los habitantes y la forma de llegar hasta Puntallana para recibir a la Virgen haya ido adaptándose a los tiempos, pero lo que no ha cambiado es el fervor, la fe y la ilusión con la que los habitantes de la isla recibimos a nuestra Patrona.

La Fiesta se prolonga hasta el mes de diciembre, fecha en la cual la imagen vuelve a la ermita de Puntallana, tras haber recorrido todos los municipios de la isla, y esperando con fervor a su próxima bajada marítima, dentro de 5 años.