Desde los tiempos de los griegos, las Islas Canarias son conocidas por las propiedades saludables y los efectos curativos de su clima. A partir del siglo XVII, expediciones capitaneadas por afamados exploradores y naturalistas de la época como William Dampier, Nicolás Baudin, James Cook o Alexander von Humboldt, al hacer escala en las Islas, contribuyeron a propagar los beneficios del clima canario contra afecciones pulmonares y otras patologías.

En el siglo XVIII, William Anderson, médico y naturalista a bordo del "Resolution", la fragata del tercer viaje de James Cook, escribió tras su visita a las Islas: "el aire y el clima son notablemente sanos y particularmente apropiados para prestar alivio a enfermedades como la tuberculosis" y aconsejó a los médicos que recomendaran a sus pacientes viajar al archipiélago canario. Posteriormente, el también médico John White destacó también los beneficios únicos del clima canario: "No conozco ninguno mejor para la convalecencia de los enfermos".


Médicos de toda Europa, con la popularización de los viajes, comenzaron a recomendar las Islas Canarias para recibir terapias a base de baños en agua de mar y vida al aire libre con el beneficio de la brisa marina. Siguiendo su recomendación, a finales del siglo XIX eran ya miles los turistas que visitaban las Islas para curar o aliviar enfermedades reumáticas, cutáneas y, sobre todo, respiratorias. Las Islas Canarias se habían convertido en un excepcional destino revitalizante, donde renovarse física y mentalmente con todo tipo de tratamientos que utilizaban las cualidades terapéuticas de los elementos naturales y en la actualidad es uno de sus principales atractivos.

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